En el momento estuve a punto de ir, pelearme a muerte, armarla de tos, gritar y cortárselas para siempre a esa pésima persona que no estaba cumpliendo con mi expectativa.
Sin embargo, hace un tiempo leí un consejo que decía que antes de contestar, reaccionar o decidir algo, cuando estés enojado o fuera de centro, esperes 48 horas.
Bien obediente, me esperé esos 2 días. La verdad es que las primeras horas fueron una maravillosa oportunidad para revivir el asunto en mi cabeza de mil maneras, poniéndome de heroína y dejando a mi contrincante en la lona. Después, le di rienda suelta a mi ego y planee una venganza tras otra, dejando que mis sentimientos fluyeran libres.
Una vez que mis ansias locas se fueron calmando y mi ego se quedó satisfecho, pude ver con claridad y sobre todo con compasión el asunto. Pude decidir para qué estaba viviendo esa situación y qué quería sacar de la experiencia.
Ese espacio de tiempo me dio la perspectiva que necesitaba para poder responder y no sólo reaccionar.
Hoy, estoy resolviendo el conflicto desde un ganar-ganar que me deja satisfecha, porque la verdad es que todos somos uno y por lo tanto, dar es recibir.
Así que, antes de salir en pie de guerra, por piedad, espera 48 horas y ahorrarte el remordimiento y la culpa de actuar desde el enojo.
Luz y bendiciones,
Elena Santos