Por la boca muere el pez. Sí señor, mi boquita es una herramienta muy poderosa y si me conoces sabrás que lo mío, lo mío, lo mío es hablar, así que uso esa herramienta bastante seguido.
Ahora bien, en las relaciones interpersonales las palabras se pueden convertir en una arma poderosa de destrucción masiva qué hay que usar a discreción.
¿Cómo le hago entonces para no decir puras tarugadas que lastimen?
Pues la verdad es que tengo un filtro muy poderoso, antes de abrir la boca, me detengo y pienso en éstas cuatro preguntas que me han salvado de muchos conflictos.
1. ¿Es verdad?
¿Te consta, tú lo viste? Nunca, jamás hagas suposiciones, es de vital importancia que lo que salga de tu boca sea cierto y no producto de tu cabecita loca.
2. ¿Para qué lo digo?
Qué quiero lograr con mis palabras. Si quiero construir adelante, si quiero destruir, calladita me veo más bonita.
3. ¿Desde dónde lo digo?
Lo digo desde el amor, bienvenido, los resultados van a ser amorosos. Lo digo desde el miedo, el enojo o el resentimiento, eso exactamente es lo que voy a recibir así que mejor shhhhh.
4. ¿Es para el mayor bien de todos los involucrados?
Todos somos uno así que si el otro no está bien yo tampoco.
Ya tienes la receta para saber cuando inundar con tu sabiduría al mundo y cuando mejor cerrar tu boquita. Úsala honestamente y verás que bien funciona. Recuerda que todo, todo, todo se puede decir en amor y todo, todo, todo se puede escuchar en amor.
Mucha luz y bendiciones,
Elena Santos