Y ¿sabes qué? odio, odio, odio, que me aprieten las cosas. No es cuestión de vanidad, es cuestión de comodidad. A mi cuerpo le da claustrofobia.
Así que no queda más remedio que cambiar el cuádruple recalentado de romeritos, la mañanera torta de bacalao y la búsqueda frenética del niño en todos los pedazos de todas las roscas de México por espinacas, brocolis y lechugas.
Todo, con tal de sentirme más ligera y ganar un poco de espacio entre mi ropa y yo.
Y de la misma manera en que ahora me siento con el cuerpo apretado, hay otra forma de apretación que también me choca. Esa es la apretación del corazón.
Una sensación de apachurramiento masivo que me dice que es momento de ponerme a dieta de pensamientos negativos, de personas tóxicas, de cosas que me quitan la sonrisa y que me hacen sentir insegura, angustiada, que me distraen de mi camino y de mi propósito.
En pocas palabras es momento de ser consciente y responder ante mi con amor para sentirme ligera, segura y conectada.
Así que ya sabes, si algo te aprieta, ponte a dieta.
Luz y bendiciones,
Elena Santos