Me encanta ver las fotos perfectas de familias impecables en donde todos podrían ser modelos de revista porque a nadie se le mueve ni un pelo. Disfruto verlos desayunando, comiendo y cenando las cosas más deliciosas, bueno hasta salívo como perro de Pavlov. Pero lo que más, más, más me mueve es ver como todo fluye en alegría, en paz, en armonía y en amor.
Obviamente, después de una buena sesión de metichez, me regreso a mi, a mi familia, a mis comidas y a como yo me atoro en ciertas cosas y me queda clarísimo que todo esto que veo y que muchas veces yo también proyecto es sólo una minúscula parte de la vida.
La verdad y la pura verdad es que todos, si señor todos, cenamos las quesadillas más aburridas del planeta. Todos nos vemos bastante horrorosos después de un arduo día de trabajo y todos nos emberrinchamos de vez en cuando con algo.
Sin embargo, nadie tiene el suficiente valor de subir su foto; aquí casual en el súper después de un día de terror, en pants y con el rímel todo corrido. O mmmmmm que rico mi All Bran con pasas para el estreñimiento. Qué tal un videíto, yo resolviendo conflictos con mi chamaco adolescente a gritos.
Noooooooo verdad, pero eso es la vida. Es de colores, tiene matices y las emociones no son más que energía en movimiento a través de mi cuerpo.
Cuando me comparo con lo que veo en Instagram y pretendo mostrar lo feliz que soy en Facebook, me estoy perdiendo de lo que realmente es vivir. De toda la gama que hace de ésta experiencia algo maravilloso.
Así que te pregunto ¿Tú sonríes para la vida o sólo para la foto?
Todas las bendiciones,
Elena Santos