Antes de volver a juzgar a alguien, lee esto…

Antes de volver a juzgar a alguien, lee esto…

A menos que vivas en una burbuja, ya te habrás dado cuenta del clima de división, resentimiento y polaridad que hay en México conforme se van acercando las elecciones.

Te prometo que no voy a entrar en temas políticos así que puedes seguir leyendo.

En lo que si voy a entrar es en lo que ha causado éste clima. EL JUICIO.

Sí señor, en todos los ámbitos en los que me muevo he escuchado juicios de un bando contra el otro y viceversa. He visto a amigos de toda la vida, a familiares, a colegas, bueno hasta a hermanos, a padres e hijos, juzgarse despiadadamente.

La verdad es que esto me da una tristeza horrible. Hoy tener la razón ha estado muy por encima del cariño, bueno, incluso del respeto.

¿Y sabes por qué tenemos ésta enorme necesidad de juzgar?

Simplemente porque tenemos miedo. Si, leíste bien, esto es un asunto de miedo.

Miedo al cambio, miedo al no cambio, miedo a lo que es distinto a mi, a lo que discrepa, a lo que no conozco, a lo que me lleva a cuestionar mis ideas preestablecidas y sacarme de mi zona de confort.

Y cuando mi hija, mi amigo o mi colega, me dice que va a votar por el que no me gusta, me siento atacada y me lleno de miedo.

Regreso a un espacio en el que me dijeron que no era lo suficientemente buena y yo me la creí. Despierta esa creencia y TENGO que defender mi razón a capa y espada.

Entonces, me vuelvo politóloga, economista, líder sindical y magistrada de la suprema corte. Alego teorías de las que no tengo idea y de las que leí de volada en Facebook sin siquiera darme el tiempo de corroborar. 

Dejo de escuchar al que tengo enfrente porque estoy pensando en como le voy a contestar, como lo voy a convencer, como lo voy a hacer quedar en ridículo, como voy a sentir que si soy buena porque el otro está equivocado.

Construyo una barrera de juicio. El otro es un chairo, mafiadelpoder, pejezombie, fifí. Ya no es mi ser amado, mi amigo, mi familia, ahora es una etiqueta, un juicio.

Dejó de ser persona y se convirtió en mi miedo con patas.

Congruencia familia, congruencia. No puedo pedir respeto si no lo doy. Y no se vale decir que él me atacó primero, el que tiene más consciencia detiene la cadena.

Por piedad, suelta el juicio, quítale la etiqueta y escucha desde el amor, con el corazón abierto y receptivo. 

TODOS, TODOS, TODOS tenemos derecho a expresarnos de una manera respetuosa y TODAS, TODAS, TODAS  las ideas merecen respeto aunque no comulgues con ellas.

Así que te dejo con ésta frase que no es de Voltaire, como muchos piensan, es de Evelyn Beatrice Hall.

«Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.»

HE DICHO
Besos, bendiciones y mucha luz para todos mis hermanos mexicanos,

Elena Santos