Tenía 22 años.
Así que hoy quiero hablar contigo de algo importante. Quiero hablar contigo de lo dura, difícil, dolorosa, agobiante y aterradora que puede ser la vida a veces.
Si, con todas sus letras y sin adornos.
Esta cultura de perfección que vivimos en donde siempre tenemos que estar contentos, hermosos, sanos, en centro, nos está matando literalmente.
Está matando a nuestra gente amada que siente que no cumple con éstos requisitos que instagram y Facebook y las series y los medios y la publicidad imponen y que nosotros acatamos.
Esta cultura que no te permite fracasar, ni equivocarte, ni estar mal, ni sentir miedo, ni dolor, ni estar triste, ni desesperado; sin sentir que no vales, que no estas cumpliendo con las expectativas y que no hay salida. Y lo peor, solo, escondiendo lo que sientes.
Cuando le pregunté a mi hija ¿porqué no la ayudaron, porqué no estaba medicada, porque no hicieron algo? Me respondió lo mismo que en el caso de Anthony Bourdain, de Kate Spade y Robin Williams, es que no se veía tan mal.
Me rompe el corazón lo que estamos haciendo como sociedad al no reconocer que se vale estar mal, que se vale tocar fondo, que se vale fracasar y cometer errores, pero sobre todo que se vale ser débil y vulnerable y estar vencido, que se vale pedir ayuda.
He oído muchísimas veces a papás decir que lo único que quieren para sus hijos es que sean felices. Que no importa a que se dediquen, que no importa lo que hagan, pero que sean felices.
¿Sabes el peso que eso pone sobre sus hombros? ¿Qué pasa entonces las miles de miles de veces que no lo son?
La verdad es que yo no quiero eso para mis hijas, para ningún ser humano, ni tampoco para mi. Yo quiero que sean plenos, que se sientan tristes, enojados, alegres, desesperados, ecstáticos, jubilosos, exitosos, fracasados, entusiastas, aburridos, abrumados, poderosos, débiles, agotados, gozosos, divertidos, devastados, por que eso es vivir materia y espíritu. Eso es estar realmente vivo.
Y yo, yo los quiero VIVOS.
Muchas bendiciones,
Elena Santos