Creo que ya todos sabemos lo que necesitamos hacer y como cuidarnos y más adelante te mando un correo con lo que yo hago con el miedo, pero ahora quiero hablar de algo súper importante que mata a muchas más personas que el virus y que después de haber movido a la mitad de un país se quedó en el olvido total.
Quiero hablar de las 10 mujeres que se mueren diario en México sólo por ser mujeres y que hago yo para fomentar esto.
Déjame te cuento que odié, odié, odié el paro del 9. Odié no sentir a mis amigas, a mis maestras, a mis alumnas y a mis familiaras cerca de mi. Odié no ver sus mensajes, ni saber de ellas, pero más que nada odié pensar que de a 10 por día el perderlas y perderme a mi es una realidad.
De a 10 por día en algún momento, tarde que temprano, voy a sentir esas ausencias y van a sentir la mía. Así que he pensado mucho que he hecho yo para generar esto, porque ir por la vida echado culpas a quien no esta en mi mano mover y no está en mi mano mover a nadie más que a mi, me mata de flojera. Digo, hablando de matar.
Yo me centro en mi y la verdad es que sí, me tengo que confesar.
Yo confieso fomentar y hacer crecer el patriarcado, la inequidad y la injusticia que en el fondo son la causa de éstas muertes desde mi inconsciencia, desde mi indiferencia y desde mi miedo a moverme y a cambiar.
¿Y sabes cómo lo hice?
Ahí te va mi confesión.
Confieso haber hecho todas las dietas de moda y haber sometido a mi cuerpo a ejercicios extenuantes con tal de tener el cuerpo que un hombre validara con su aprobación convirtiéndome así en un objeto.
Confieso haber tenido como meta el que un hombre me escogiera y me llevara al altar para amarme, cuidarme, protegerme y completarme, porque no me sentía capaz de hacerlo yo y poderlo compartir.
Confieso haber juzgado, criticado y menospreciado a otras mujeres por miedo a competir con ellas y no ser suficiente.
Culpable de haber criado a mis hijas como princesitas con la expectativa de que repitieran la misma vida que yo.
Confieso haber pensado que el trabajo de Pedro era más valioso que el mío y por lo tanto tener que hacer malabares para manejar casa y profesión.
También confieso haber ejercido la exclusiva en las compras y la preparación de la comida de la casa porque el Pedris no lo sabía hacer y yo no quería tenerlo que enseñar como me enseñaron a mi en su momento.
Por último, confieso no haberme hecho cargo de mi situación financiera y de no haber participado de las decisiones financieras de mi familia por una flojera que en realidad escondía un sentimiento de incapacidad.
Santo señor de Chalma, ahí está mi confesión.
A mi me educaron en un sistema patriarcal normalizando conductas sumamente injustas, inequitativas y objetivizantes y desde esa inconsciencia las he repetido.
Peeeeeero, hoy veo la necesidad imperiosa de abrir los ojos, de despertar y de cambiar porque yo no quiero ni una más, ni una más, ni una asesinada más.
Quiero a las mujeres libres, despiertas y sin miedo. Me quiero a mi libre, despierta y sin miedo y se que una consciencia a la vez se puede lograr.
¿Y tú de qué te confiesas?
Elena Santos