Déjame te cuento que, el jueves pasado mi hermano cumplió 36 años de muerto. Toda una vida. Muchísimos más años de vivir sin él que con él.
Como todos los años su aniversario me recuerda lo frágil que es la vida. Como en un segundo las cosas cambian y eso que doy por hecho, no está más.
Su muerte, me dice en silencio que yo me voy a morir y que todos los demás también. Por más que queramos hacernos tontos y pensar que no.
Y como no hay coincidencias, últimamente, en los talleres he estado trabajando la idea de estar en el mundo sin ser del mundo.
Este pensamiento es antiguo y me encanta, porque muestra claramente lo que somos en realidad.
Somos seres espirituales viviendo una experiencia material.
Yo quiero estar en el mundo y ver los atardeceres y comer helado y aceitunas (no juntos) y caminar en la playa y llorar mis dolores y ver nevar y tomar la mano de un niño y oler un bebé y dormir hasta tarde y amar a mis gatos y reír mis gozos y cantar las mañanitas en los cumpleaños.
Y también quiero cerrar los ojos y sentir que somos uno, que soy mucho más que un cuerpo, que jamás estoy sola, que estoy bien sostenida y contenida por algo muchísimo más grande que yo lleno de amor y de luz.
Estar en el mundo sin ser del mundo, es la gran enseñanza que me ha dejado mi único compañero de camada en ésta vuelta.
Y cuando lo vivo, estoy honrando su vida y también su muerte.
¿Y tú cómo vives?
Luz y amor,
PS Les dejo foto de mi camada
Elena Santos