Esta semana cumple un mes de muerta mi suegra y si ella hubiera sido una suegra común, no estaría yo hablando de ella, pero noooooooo, mi suegra no era como las demás suegras. Mi suegra era un verdadero bicho raro y a mucha honra.
Ella lo decía y lo presumía. Era un bicho raro, porque hacía exactamente lo que ella creía que era correcto y lo disfrutaba muchísimo, sin importarle lo que pensaran los demás.
Paseaba a su perro con un mecate, un radio al hombro y una sombrilla toda chueca por una de las colonias más Nice de México, feliz como lombriz.
También era capaz de sacar un queso Oaxaca de su bolsa en medio de una boda, porque se tardaban mucho en servir y compartirlo con todos los suertudos que se sentaban con ella. Ahora que, si no te gustaba que sacara el queso, también traía cacahuates.
Era una persona realmente auténtica, que no necesitaba el permiso de nadie para ser ella, que jamás recortaba sus orillas para encajar y que vivía según sus reglas presumiendo que era una momia egipcia porque tenía más de 90 años.
Y como bicho raro que era, se ganó mi cariño y mi respeto, porque aquí entre nos, eso de que te buscas una esposa igual que tu mamá es cierto y aunque yo no llevo quesos oaxaca a las bodas, también me considero del gremio de los raros.
Yo, trato de hacer lo mejor para mí y para todos los que me rodean, aunque no sea lo que todos hacen, aunque no me haga la más popus y aunque muchas veces me haga sentir que no encajo.
Para mi eso es ser congruente.
Descanse en paz mi bicho raro favorito.
¿Y tú eres bicho raro?
Bendiciones para ti,
Elena Santos