Sí, de sentirme pobrecita de mi, de darle rienda suelta al guionista de telenovela que habita en mi mente y pensar:
¿Neta, de verdad? ¿Por qué a mi? Es lo último que me faltaba.
¡¡Piedad ya por favor!!
Todo esto aderezado con kilos de auto compasión, lástima y muchas ganas de que los demás vean lo buenísima que soy, cuanto sufro, que me apapachen y por supuesto que resuelvan por mi.
En medio de éste mega drama me vino a la mente un episodio tenebroso de mi vida. Un momento en el que también se me cayó el mundo encima.
Me acordé de cuando me cortó mi primer novio. Sí, aunque no lo creas, hubo un mal hombre que se atrevió a cortarme. Así, sin más ni más, llegó a mi casa y me dijo adiós. Cuando cerró la puerta, me rompió el corazón por primera vez en la vida.
Hoy, desde mis 49 años me siento exactamente igual que esa puberta desconsolada y es que en el fondo el drama del ego es el mismo sin importar el motivo.
El drama del ego es simplemente un olvido.
Entonces, como ahora, se me olvidó que ésta es sólo una circunstancia, que va a pasar, que no me define y que yo elijo como la quiero vivir.
Se me olvidó también que yo soy mucho más que lo que me rodea, que soy mucho más que un suceso en mi vida, que todo, todo, todo me lleva siempre a mi mayor bien, porque estoy sostenida por un Universo amoroso y esto hace toda la diferencia.
Afortunadamente ya me acordé, le dije adiós a la telenovela y recuperé mi poder.
Así que, antes de tirarte al obscuro abismo de la victimez, sin importar si se trata de las calificaciones de tus hijos, de una enfermedad o de una pérdida;
¡¡RECUERDA!!
Muchas bendiciones,
Elena Santos