¿Sabes qué es lo que más lastima tus relaciones?

¿Sabes qué es lo que más lastima tus relaciones?

Desde mi punto de vista, tanto profesional como personal, una de las cosas que más lastima las relaciones humanas es la sobreprotección. El pretender hacer por el  otro lo que  puede hacer por si mismo.

¿Sabes de dónde viene esa necesidad?

Viene del miedo, si señor. Del terror a que el otro se vaya porque ya no eres  necesario en su vida.

Qué duro, pero la verdad es que nos convertimos en «papás o mamás» de nuestros amigos, hermanos, parejas y hasta de nuestros padres para que no nos dejen. Para ser imprescindibles en sus vidas y que permanezcan con nosotros.

Esto no es amor. Si alguien está contigo porque te necesita no está eligiendo libremente, está contigo por obligación  y tarde o temprano te va a odiar por eso.  ¡¡Gulp!!

Para digerir mejor la idea, te dejo éste escrito anónimo que me encontré en la página El Otro Lado del Espejo en Facebook. Habla de las madres, pero creo que aplica perfecto a todas las relaciones humanas. Espero que como a mi te ayude a entender que amar no es necesitar, amar es soltar.

Luz para ti,

Elena Santos

La buena Madre es aquella que se va volviendo innecesaria con el paso del tiempo.
Ha llegado la hora de reprimir el impulso natural materno de querer colocar el pichón debajo del ala, protegido de todos los errores, tristezas y peligros.
Es una ardua batalla, lo confieso.
Cuando empiezo a debilitarme en la lucha para controlar la supermadre que todas tenemos dentro, me acuerdo de la frase del título.

Si realicé mi labor de madre correctamente, tengo que volverme innecesaria.
Y antes que alguna madre me acuse de desamor, explico qué es lo que significa eso.
Ser «innecesaria» es no dejar que el amor incondicional de madre, que siempre existirá, provoque vicio y dependencia en los hijos, como si fuera una droga, a tal punto, de que que ellos no sean capaces de poder ser autónomos, confiantes e independientes.

Deben estar prontos para trazar su rumbo, hacer sus elecciones, superar sus frustraciones y cometer sus propios errores también.
Con cada fase de la vida, una nueva pérdida es un nuevo logro; para las dos partes: madre e hijo. El amor es un proceso de liberación permanente, y ese vínculo no deja de transformarse a lo largo de la vida. Hasta el día en que los hijos se vuelven adultos, constituyen su propia familia y recomienzan el ciclo. Lo que ellos necesitan es tener la seguridad de que estaremos con ellos, firmes, en el acuerdo o en la divergencia, en el triunfo o en el fracaso, prontas para el mimo, el abrazo apretado, y el consuelo en los momentos difíciles.

Los padres y las madres, solidariamente, crían a sus hijos para que sean libres. Es ese el mayor desafío y la principal misión.
Cuando aprendemos a ser «innecesarios», nos transformamos en un puerto seguro donde ellos puedan atracar.

A quien ames, dale:
-Alas para volar.
-Raíces para volver.
-Motivos para quedarse.