Santo Señor, ¡¡¿pero a qué hora pasó eso?!!
Pues si, la semana pasada, mi retoño menor terminó la prepa y después de 20 años de ir a la misma escuela con mis hijas, me despedí con lágrimas y todo.
Mi abuela siempre decía que todo llega y pasa y es cierto. Mi niña termina la escuela y empieza una nueva etapa lejos de nosotros. Sniff, sniff.
Y aquí hay de dos, una es poner mi atención en su cama vacía, en las comidas sin ella, en sus saludos nocturnos que ya no van a ser y en los kilos de pasta que van a sobrar en ésta casa.
O bien, poner mi atención en la maravillosa oportunidad que tenemos de construir una nueva relación que no esté basada en la costumbre y en las etiquetas conocidas.
Centrarme en la satisfacción de saber que está haciendo lo que quiere de su vida y yo la estoy apoyando.
Yo elijo y de mi elección va a depender como me sienta y que tanto aproveche este cambio para mi mayor crecimiento y para el suyo.
Ojo, yo no digo que no sea triste el que se vaya, ni tampoco que no la voy a extrañar, pero no necesito el drama, ni necesito echarle más crema a mis tacos de la que ya de por si tienen.
Por eso mi atención está en la oportunidad que éste cambio trae a mi vida, más que en la pérdida que con lleva. Para mi, esa es la manera de abrazar el cambio y sacarle el mayor provecho posible.
Yo estoy preparada para éste enorme cambio y tú ¿estás preparada para los cambios que la vida tiene para ti? Porque quieras o no la vida se mueve.
Bendiciones,
Elena Santos