Así que terminados los días de silencio, de mar y de pajaritos me regresé a mi ciudad adorada. Agarré el coche y me dispuse a resolver los pendientes de la materia.
Venía yo bien quitada de la pena en la glorieta, arreglando mis espejos, cuando de pronto tómala un endemoniado, parturiento, va por herencia, con toda la prisa del mundo rompió mi paz zen con su claxonazo.
Te juro que hasta brinqué.
En ese instante mi pensamiento fue, bienvenida a la realidad y al observar semejante barbaridad, frené mi mente en seco.
No, no,no, no, no, esa definiivamente no es la realidad. Cuando menos no es la realidad de mi Ser.
Durante 15 días conviví con 40 personas que jamás había visto, a las que no les dirigí una sola palabra. Es más, por las reglas del retiro, ni siquiera los ví a la cara y sin embargo cada uno de esos seres me mostró un lado mucho más amoroso de la realidad y esa es la que yo elijo para vivir.
Osho dice que la gracia no está en iluminarte en el monasterio o en la cueva. La gracia está en iluminarte en el periférico y tiene mucha razón.
La gracia está en traer la paz, el amor y la compasión del retiro de silencio al periférico y desde ahí expandirlo al hombre que expresa su dolor a través del claxon.
Ahí está la realidad que yo quiero vivir y si dudas que ésto pueda ser real, nada más acuérdate de los días después del temblor. Acuérdate de la gente repartiendo tortas, cargando cubetas, dando abrazos.
Somos capaces de muchísimo amor.
Para mi, la vedad, solo la verdad y nada más que la verdad es que soy luz, que soy amor, que soy paz igualito que cada uno de mis hermanos en esta tierra.
Y yo, que lo puedo sentir en mi corazón, expando ese amor y a partir de mi consciencia creo esa realidad.
¿Y para ti cuál es la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad?
Muchos besos tronados,
Elena Santos