Quiero no solamente saber en mi mente, sino también sentir que deveras, deveras, deveritas, soy la hija amada de Dios.
Quiero sentir la paz que da el saber que estoy sostenida y contenida en los brazos más amorosos que existen. Que soy amor, luz y paz, justo porque estoy en esos brazos.
Quiero aceptar la prosperidad y la abundancia que hay en mi sin resistencia alguna sabiendo que merezco todo lo bueno sólo porque soy la hija del mero patrón.
Quiero dejarme guiar y poder entregar cada decisión a quien, con mucho, está mejor capacitado que yo y confiar plenamente que todo, todo, todo, lo que pasa en mi vida es para mi mayor bien aunque no lo vea ni lo entienda.
Quiero gozar como los niños que saben que no hay nada de que preocuparse porque sus padres los cuidan con el más profundo amor.
Quiero ver a mis hermanos como iguales y amarlos así, sin sentirme más ni menos, porque se que nuestro Padre nos ama por igual. Nos ama por lo que somos, no por lo que hacemos y lo único que verdaderamente somos es sus hijos amados.
Quiero que cada vez que se me olvidé quien soy venga la carcajada de un niño, el rosa de un amanecer, la mirada amorosa de un perro y me recuerde que soy la hija amada de Dios que nada ni nadie me lo puede quitar, que soy luz, paz y amor y que soy una con todos mis hermanos.
Quiero que me caiga el veinte y que te caiga a ti también.
Muchas bendiciones,
Elena Santos