Resulta ser que un día Glennon fue con su familia a un parque de esos como de safari y una de las atracciones era ver correr al cheetah. Así que muy emocionados se pararon a ver el chou en el que primero sale un labrador y persigue a un conejito de peluche rosa amarrado a un palo en un jeep.
El labrador fue hermano de leche del cheetah, crecieron juntos, para poder así domesticar al cheetah. Así que, el pobre animal creció pensando que era un perro y actuando como tal.
Total, después del perro le toca al cheetah y sale disparado persiguiendo el mismo conejo rosa, nada más que muchíiiiiiiisimo más rápido.
La metáfora de la historia está en el ver como puedes domesticar de tal forma a uno de los animales más majestuosos y salvajes que existen, para dormir sus instintos y perseguir un conejo rosa de peluche en lugar de comerse a sus domadores y cazar en la savanah.
Y ver como nos hemos domesticado los unos a los otros para perseguir conejos rosas con forma de dinero, imagen, talla, fama, puestos, premios, estudios, reconocimientos, títulos, etc.
Como hemos dejado de escuchar lo que realmente queremos, lo que realmente somos, para correr detrás de aquello que nos han prometido como la llave de la felicidad y que no es más que un peluche sucio que en realidad no tiene nada que ver con nuestra naturaleza, con nuestra esencia.
Vivimos de afuera hacia adentro persiguiendo quimeras. Igual que el cheetah que se domestica, cumpliendo, encerrados en jaulas invisibles. En un eterno debería y tendría que entierra a un quiero y puedo. Que callan la voz interior en aras de una prometida aceptación exterior que finalmente nunca llega porque en ésta sociedad nada es suficiente.
Yo estoy agotada de perseguir conejos rosas, de perseguir esas construcciones sociales que ya no valen lo que cuestan. Hoy puedo ver lo hermoso de mi Ser, mi verdad. Dejo de lado la domesticación y comienzo a vivir de adentro hacia afuera, escuchando y honrando lo que realmente soy y que los conejos rosas, los persiga alguien más, si quiere.
Muchas bendiciones,
Elena Santos